En la Quimera

Intento de cuentos breves fantásticos e irreales.

Por Max


La situación era en extremo complicada y obligaba indefectiblemente a tomar decisiones difíciles de digerir. Nadie deseaba estar en los zapatos de aquellos que debían actuar por poseer cargos públicos cuyas funciones así lo establecían. Las gargantas de esos hombres y mujeres se anudaban en cada discurso que brindaban anunciando quiénes eran los que seguirían. Fueron temidos, odiados y maldecidos por multitudes sedientas, aunque la historia ha sabido comprender el rol que jugaron aquellos hombres y aquellas mujeres, y los ha librado de culpa y cargo. Porque se quiera o no, aquellas determinaciones eran tan crueles como necesarias para poder postergar la partida de este mundo lo máximo posible.


Muy por el contrario de lo que se cree, las cosas no se pusieron difíciles de un día para el otro, sino como eslabón final de una larga cadena de sucesos que fueron erosionando poco a poco la base que sostenía a la sociedad toda en su paz aparente.


Cuando salieron a la venta los primeros vehículos ultra económicos, nadie pensó que tendrían éxito, por aquello que se comentaba acerca de su dificultad de manejo. Casi con sorpresa, y muy posiblemente con la ayuda de los famosos que adquirieron los primeros ejemplares con diseños exclusivos, las ventas treparon hasta lo inimaginable. Pronto, toda persona poseía uno de esos eco automóviles y lo utilizaban para desplazarse por toda la ciudad. Llegado el momento, resultaba extraño ver a alguien usando "el antiguo medio de locomoción natural" - como solían llamarle al acto de caminar en una de las tantas campañas publicitarias, creyéndose graciosos y creativos.


El nombre lo debían no sólo a su bajo costo, sino a su jactancia de no alterar el medio ambiente con residuos de combustión. La escasez de petróleo, el fracaso estrepitoso del bio diesel y la falta de practicidad de la energía eólica y solar para crear un medio de transporte útil, hicieron que grandes ingenieros de todo el mundo trabajaran mancomunadamente para converger en lo que fue el combustible más traicionero jamás descubierto, pues tras el disfraz de inofensivo ocultó los efectos colaterales que acabaron con la vida como se la conocía.


"El elemento que da origen a la vida, es el mismo que nos brindará su energía para poder mantener en marcha nuestro estilo de vida", anunciaba con orgullo aquel joven científico en el histórico simposio de energía sustentable. Y en principio todos creyeron eso. Cómo pensar que podía hacer daño alguno un artefacto que sólo requería de agua común y corriente para propulsarse. Bastaba con conectarlo a cualquier grifo y dejar que se alimente con sus dos litros de líquido vital, que permitían algo así como 200 Km. de autonomía. Era perfecto, soñadamente perfecto. El argumento de la inocuidad de este dispositivo era verdaderamente creíble, debo reconocerlo. El complicado proceso mediante el cual se extraía energía del agua, tenía como única consecuencia que ésta se vaporizara, resultado que con la ayuda del popular ciclo asumía nuevamente su forma original, en apariencia al menos.


Un ligero error de cálculos hizo que se ignorara por completo la pérdida gradual de toda característica vital del líquido elemento, convirtiendo lo que otrora había sido fuente inagotable de vida, en fuente inagotable de un mortífero veneno. Bastaron 10 años para arruinar las reservas más importantes. Pronto una botella costaba el equivalente a tres eco automóviles. Ni los más pudientes podían darse el lujo de bañarse pues aquello equivalía a adquirir un condominio.


No tuvo que pasar mucho tiempo para que ni en botellas se consiga. El agua era historia, las muertes por deshidratación, los cadáveres pudriéndose por las calles y el fétido hedor que estos producían, combinados con las multitudes mugrientas comenzaron a formar parte del paisaje cotidiano. El caos y la desesperanza fueron amos y señores de la vida de cada ser humano. Nada podía hacerse. Los más osados optaban por el suicidio.


De pronto se esparció como una epidemia de gripe la idea de beber los jugos de los cadáveres frescos. Resulta repulsivo siquiera pensar en ello, lo sé, pero por esos días era la idea más lógica que se había escuchado. Se pidió por este mismo motivo públicamente que todo aquel que decida quitarse la vida por propia desesperación, tenga el decoro de acercarse previamente a un centro de extracción de fluidos, que fueron instalados improvisadamente en carpas distribuidas estratégicamente por toda la ciudad.


Claro que cuantitativamente esta idea no era suficiente. No alcanzaban los muertos, no eran muchos los que optaban por abandonar este mundo por sus propios medios.


Las sospechas de asesinatos no tardaron en resonar en la comunidad médica. Se decía - y luego se comprobó - que el personal de los hospitales y clínicas habían comenzado a abandonar a los enfermos, para agilizar el trámite de obtención de líquidos.


Y ya sólo quedaba un paso. De dejar que un ser humano muera enfermo, infectado por alguna peste, envenenado por el agua arruinada o simplemente deshidratado, a provocar activamente su pase a algún centro de extracción, no faltaba nada. Y aquellos asesinatos, que comenzaron siendo pudorosamente ocultados, disimulados por todos, fueron explícitamente aceptados por todos tiempo después. Era sabido, y nada podía hacerse, que la gente asesinaba para tener qué beber. Y qué comer, pues los animales y plantas morían de la misma manera que los seres humanos ante la ingesta de agua.


Fue entonces cuando se decidió organizar los crímenes. Se anunciarían en cada municipio listas diarias que daban a conocer "quienes serían los siguientes héroes solidarios de la humanidad". Se escogían al azar, aunque dentro del rango de edad de mayores de 30 años y sólo hombres. Y luego la cota fue fijada en 25 años. Posteriormente se abandonó la restricción que discriminaba al sexo femenino. Luego ya no importó la edad. Luego ya no importó nada.


Hoy día ya no queda casi rastro de vida. Sólo el que suscribe, que encontró una manera práctica de distraer al organismo de la falta de hidratación. Si tiene o no sentido dejar plasmado en un papel cual fue la manera más o menos exacta mediante la cual el hombre acabó con su especie, no lo sé, y no tengo la lucidez mental para averiguarlo. Sólo escribo para no verme obligado a asesinar a otra persona nuevamente, pues aunque no parezca, la humanidad es lo último que pierde un ser humano.

en la quimera

Todos tenemos nuestras quimeras. Esos relatos fantásticos o irreales, o donde se mezcla lo real con lo increíble, la vida con la muerte. Este espacio es apenas eso, un intento de explorar nuestras quimeras.

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