En la Quimera

Intento de cuentos breves fantásticos e irreales.

por Max

Me desperté sobresaltado, dando una profunda inhalación, como si mis pulmones hubieran estado completamente vacíos por largo tiempo. Mi corazón galopaba frenético acelerando mi sangre y mi aliento. Podía sentir las pupilas dilatadas queriendo abarcar todo aquello que la oscuridad les negaba.

Ambas manos, que extrañamente se encontraban semi entrelazadas a la altura del pecho, se apuraron a quitar la obstrucción que comenzaba a molestar en mi garganta. Era un ajustado nudo de corbata. A pesar de lo infinitamente extraño que me resultaba llevar una corbata, aflojé el lazo sin más cuestionamientos pues había detalles en aquella situación que merecían más atención, como el sofocante olor a humedad con un trasfondo leve a madera laqueada, o el calor que se volvía más y más importante con cada segundo de respiración presurosa.

Cuando noté la escasez de oxígeno en el aire el estremecimiento gobernó mi mente y mi cuerpo. Intenté incorporarme pero una barrera golpeó mi cabeza y mitigó la huída. La estrechez del sitio que me apresaba impedía casi cualquier movimiento. Entonces entendí. Exploré aquella superficie con las palmas de mis manos. Primero con calma, analizándola. Luego ejerciendo presión hacia arriba, queriendo apartarla de mí, lanzarla bien lejos para que ya nada me separe del firmamento. Los golpes se convirtieron en rasguños desesperados al notar que cualquier esfuerzo era en vano. Las astillas debajo de mis uñas provocaron ardientes laceraciones que se hicieron más intensas con cada gota de sangre. El aire ya no contenía nada que le sirviera a mis pulmones. Me mareaba.

Uno de mis últimos brotes de razón me hizo comprender que de allí no había salida posible. Fue entonces cuando hundí mis dedos sanguinolentos en las cuencas de mis ojos. Acabé con ellos, pude escucharlos reventar. Sentí su contenido viscoso bañando mis sienes. El dolor era intolerable, pero más lo era el encierro. Con la destrucción salvaje de mi rostro pude olvidar la horrenda prisión en la que me encontraba. Lancé un alarido que se ahogó casi antes de poder salir de mi boca.

Repentinamente, comencé a experimentar una acogedora paz que subía desde mis pies. Mis músculos se adormecían, al igual que mis pulmones. Ya no era necesario respirar, ni ver, ni escapar. La oscuridad se hizo luz, la luz se tornó en la nada misma y todo terminó.

Me desperté sobresaltado, dando una gran inhalación, como si mis pulmones hubieran estado completamente vacíos por largo tiempo. Tenía la boca seca. Muy seca. Necesitaba humedecer mis labios y sentir de paso el alivio de la realidad que otra vez imperaba. - Qué fue eso -, me pregunté, instantes antes de que la tapa castigara mi frente nuevamente. Eternamente.

en la quimera

Todos tenemos nuestras quimeras. Esos relatos fantásticos o irreales, o donde se mezcla lo real con lo increíble, la vida con la muerte. Este espacio es apenas eso, un intento de explorar nuestras quimeras.

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