En la Quimera

Intento de cuentos breves fantásticos e irreales.

Por Nico


- No soy yo quien está ahí-, comenté en voz baja tratando que no me escuche ése a quien miraba. - Ese que lleva mi cara, mi cuerpo... no soy yo-.

Intentaba comprender la disparatada situación que se presentaba ante mis ojos, pero era en vano. Desorientado miro hacia abajo y veo mi cuerpo: la panza, los brazos a sus lados, las piernas y por último los pies. Definitivamente estaba acá, no allá.

El sujeto, una suerte de clon mío, estaba recostado en el césped, con las piernas cruzadas y los brazos abiertos. Su respiración era pausada y constante. El pelo semilargo y desordenado parecía descansar sobre el césped húmedo. Fue entonces cuando lo escuché.

- No te des vuelta. Se lo que te está pasando-, dijo.

Quise girar la cabeza para ver el portador de aquella voz, pero dos fuertes manos devolvieron mi cabeza a la posición en la que estaba sin que pudiera yo evitarlo.

-¡No te des vuelta!-, dijo con tono de regaño, pero susurrando. -No quiero que me mires. Si quieres entender lo que pasa, tendrás que hacerme caso-.

No tenía alternativa. Sus fuertes manos apuntaban mi cabeza hacia donde se encontraba mi clon y no tenían intención de dejar de hacerlo.

-Bueno-, contesté, y sus manos desaparecieron de mi radio de visión.

Sentí una fuerte tentación por girar la cabeza, pero sabía lo que sucedería si lo intentaba nuevamente, así que decidí permanecer en silencio hasta que el hablara. No tardó en hacerlo.

-Eso que estas viendo, es mitad verdad, mitad mentira. Tú estás acá... y estás allá también. Tú aquí, también eres mitad verdad, mitad mentira.

Una tosca mano masculina apareció por mi lado derecho y con un arrugado dedo índice señaló a mi clon.

- Mira debajo de su cabeza. ¿Qué ves?-, indagó.

Dirigí la vista hacia la cabeza, pero no noté nada raro.

-¡Allá! Debajo de la cabeza-, dijo sacudiendo su dedo en dirección a mi clon.

Afiné la vista y estire el cuello hacia adelante, pero no noté nada extraño. Pensé “césped”, e incluso estaba por decirlo, cuando comprendí de qué se trataba. Por debajo de la cabeza no-mía, entre las hojas del césped, y al ras del suelo, corría un silencioso manantial de sangre. Sangre oscura.

- Parece que te estas dando cuenta-, susurró.

Pero no era cierto, no lo estaba comprendiendo. Sacudí mi cabeza hacia los lados, en señal de incomprensión, esperando que me lo explicara, pero en vez de eso, agarró mi cabeza y la giró fuertemente hacia la derecha. Vi un choque. Un auto despidiendo grandes bocanadas de humo, y tras él, mi auto con el parabrisas roto por el lado del conductor.

Comprendí y recordé todo de inmediato. Recordé el reloj en mi muñeca marcando varios minutos de retraso, recordé la música que comenzó a sonar sola cuando arrancó el auto, recordé el encendedor en el asiento del acompañante, una frenada, el encendedor que cae, el intento de alcanzarlo y el choque. Supe entonces que lo que tenía frente a mis ojos era mi propia agonía.

-Tú, aquí, eres mitad verdad y mitad mentira. Ahora ya lo entiendes. Depende de ti de que lado te quedas.

Comprendía lo que decía, pero no sabía que hacer.

-¿Voy hacia allá?-, pregunté señalándome a mí mismo en el césped.

-Sí-, respondió.

Esa es mi historia. Es lo que me pasó. Pocos lo creen. Muchos creen que es mitad mentira.

en la quimera

Todos tenemos nuestras quimeras. Esos relatos fantásticos o irreales, o donde se mezcla lo real con lo increíble, la vida con la muerte. Este espacio es apenas eso, un intento de explorar nuestras quimeras.

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