En la Quimera

Intento de cuentos breves fantásticos e irreales.

Por Lolo


Verónica lloraba en un rincón. Desconsolada. Lloraba sabiendo que había perdido a la persona que más quería en el mundo. Sus lágrimas manchaban el piso de madera del comedor.

La aflicción de Verónica era tal que Martín, distante sentado en un banco del living, también sentía ganas de llorar aunque no sabía por qué no podía ni siquiera soltar una lágrima. Apenas atinaba a mirarla con una tristeza profunda, pero sin coraje para acercarse, abrazarla y consolarla.

Verónica sollozaba, suspiraba, y volvía al llanto sin consuelo, que parecía eterno.
Martín tenía una mueca rara en la comisura de los labios, como queriendo llorar.

Las lágrimas en el piso reflejaban el rostro de Verónica. Su belleza extraordinaria no se opacaba con los lamentos. Vestía su usual pantalón de jean, una remera azul sin mangas y su cabello estaba semi recogido en la nuca.

Martín, en cambio, vestía una camisa gris y un pantalón de lino negro. Desde su banco miraba el retrato de una Verónica que parecía desconocida. Nunca la había visto llorar. Siempre tuvo sonrisas, caricias y miradas tiernas. Esta vez no. Sólo sollozos.

Por la ventana del comedor, la luz tenue del sol iluminaba a través de las cortinas el rostro de Verónica.

A Martín no había claridad que lo iluminara. Estaba sólo en oscuridad del living, cubierto de sombras.

Verónica sentía mucho dolor, no encontraba consuelo a su aflicción. En un segundo de alivio dijo, con la voz entrecortada: -¡Martín!

Al escuchar su nombre, Martín empezó a experimentar palpitaciones, sudoración y un nerviosismo que jamás había sentido. Intentó pararse y acercarse a Verónica, pero no podía. Estaba inmovilizado. Era imposible ir hasta donde estaba ella.

Verónica se levantó del piso, llorando aún, y se fue de aquella esquina.

Martín quiso gritar y llamarla. Fue entonces cuando el cuarto oscuro de la casa viró en una sala inmaculada e iluminada, pestilente de alcohol y cloro. El banco en el que estaba sentado era simplemente una camilla. Sintió su respiración estimulada por una máquina y una serie agujas lastimando sus venas. Verónica no había sobrevivido el accidente de ésa madrugada.

en la quimera

Todos tenemos nuestras quimeras. Esos relatos fantásticos o irreales, o donde se mezcla lo real con lo increíble, la vida con la muerte. Este espacio es apenas eso, un intento de explorar nuestras quimeras.

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