En la Quimera

Intento de cuentos breves fantásticos e irreales.

Por Lolo


Gastón estaba en la cocina desayunando. Un hilo de luz se colaba por las cortinas de la cocina. Su madre, María, comenzaba la cocción de sus mermeladas de frutilla, que comenzó a inundar la casa de fragancias silvestres.

Era una mañana agradable. El invierno ya le había dado paso al esplendor de la primavera. La nieve ya era recuerdo y los árboles frutales estaban todos en flor.
Gastón tomó un sorbo de su café y en ése instante se oscureció todo. No podía distinguir absolutamente nada, ni siquiera el fuego de la cocina dónde un segundo atrás estaba su madre. Asustado comenzó a llamarla, pero no tuvo respuesta. Tropezó con los muebles y se dirigió a la puerta para ver qué pasaba.

El cielo estaba completamente negro. Era un eclipse, pero no se veían estrellas. Un sudor frío le corrió por el cuerpo y empezó a llamar a los gritos a su mamá. Pero además de oscuridad todo era silencio. Un silencio perturbador.

Desorientado se sentó en el portal y se acurrucó. Comenzó a llorar del terror. De pronto se iluminó todo. Estaba sólo en medio de un pastizal amarillento. Miró hacia atrás y vio su casa. Caminó con cierta dificultad hasta llegar. La estructura estaba visiblemente deteriorada. Abandonada. Entró. Sólo cuando miró su rostro en el espejo roto del baño, cargando 30 años más de los que tenía cuando las fresas aromaban la cocina, Gastón entendió todo.

Por Lolo


Marcela tenía su cabeza llena de pensamientos inconexos y de cavilaciones. Cuando hablaba expresaba ideas confusas, confundía realidad y fantasía, y su semblante revelaba una marcada perturbación. Juan Pablo, su novio desde hace 3 años, estaba atento y preocupado, pero no podía hacer demasiado hasta que aclarara. Entonces la llevaría al médico del pueblo, distante a unos 10 kilómetros de la estancia.

Intentó hablarle, pero Marcela no parecía escuchar. Así que simplemente se acostó cerca de ella y le cantó algunas canciones hasta que se quedó dormida. Se sintió más tranquilo y pudo descansar un poco.

Por la madrugada, Marcela tomó el coche y se fue directo hasta el desfiladero del cerro Azul, a orillas del lago. El auto frenó al dar contra un árbol. Desde allí corrió hasta el barranco. Miró las gélidas aguas, apenas iluminadas por una difusa luna que apenas sobresalía de entre los árboles y la niebla de las montañas.

Lanzó un grito aterrador y se arrojó desde aquel precipicio, golpeándose la cabeza en las rocas y cayendo, finalmente, a las frías aguas.

Juan Pablo se despertó sobresaltado con la imagen de Marcela agonizando en la costa pedregosa del lago. Horrorizado corrió a buscar el auto, pero ni siquiera pudo salir de la casa. Marcela dejó de respirar y en ése momento se borró para siempre el recuerdo de Juan Pablo, que luego de su muerte subsistía en la casa de la estancia como una idea confusa de realidad y fantasía.

en la quimera

Todos tenemos nuestras quimeras. Esos relatos fantásticos o irreales, o donde se mezcla lo real con lo increíble, la vida con la muerte. Este espacio es apenas eso, un intento de explorar nuestras quimeras.

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